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ALEBRIJES EN CUADRATINES: PORFIRIO DÍAZ, A UN SIGLO DE SU MUERTE

Alebrijes en cuadratines

Porfirio Díaz, a un siglo de su muerte

Adrián Chavarría Espinosa

 

Este dos de julio se cumple un siglo del fallecimiento de Porfirio Díaz, celebre político y presidente mexicano, que a pesar de todo el tiempo transcurrido considero que aún no existe un veredicto histórico definitivo de su actuación como presidente de la república, aunque por el momento la balanza se inclina para señalarlo como alguien que actuó negativamente para la patria mexicana.

            Como parte de esta conmemoración se ha reactivado un movimiento social para que se permita traer sus restos a México, ya que actualmente permanece sepultado en un cementerio de Francia, país al que salió desterrado voluntariamente tras renunciar a la Presidencia de México, a bordo del buque alemán Ypiranga.

            Sin embargo, hasta el momento no ha existido una respuesta ni oficial ni social a tal petición, por lo cual se prevé que en relativamente corto o mediano plazo no se logre concretar esa demanda; además, ni los medios de comunicación ni las redes sociales han secundado la idea, por lo cual se podría concluir que no hay un interés por impulsar el debate de forma masiva.

            A Díaz, hasta antes de ser presidente, se le podría considerar como un héroe de guerra por su actuación en las luchas juaristas, en especial en las batallas del 5 de Mayo y del 2 de abril, pero él no se conformó con eso y aspiró a ser presidente de la república.

            Su nombre completo fue José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, quedó huérfano de padre a los tres años de edad, quien murió víctima de la epidemia de cólera que atacó la ciudad de Oaxaca; trabajó como zapatero, carpintero, armero y maestro de latín para ayudar en la economía de su familia; le apasionaba escalar las pirámides de Teotihuacán, en una ocasión lo hizo a los 70 años de edad; ingresó al grupo masón al que pertenecía Benito Juárez y alcanzó el grado 33, la máxima posición de la masonería; solicitó una absolución de parentesco, para casarse con su sobrina Delfina Ortega Díaz, hija de su hermana Manuela Díaz Mori, en su primer matrimonio; abandonó sus estudios de leyes en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca para luchar en defensa del Plan de Ayutla.

            En noviembre de 1871, Díaz lanzó el Plan de La Noria, donde se pronunciaba contra el reeleccionismo, el poder personal y a favor de la Constitución de 1857 y la libertad electoral, pero la sublevación fracasó y abandonó el país. Tras la muerte de Juárez en 1872, una amnistía le permitió a Díaz regresar a México. En 1876 Sebastián Lerdo de Tejada anunció su propósito de presentarse a la reelección, pero Díaz se rebeló de nuevo bajo el Plan de Tuxtepec; esta vez consiguió expulsar a Lerdo de Tejada y accedió a la presidencia.

            Un año después, el Congreso lo declaró presidente constitucional para el lapso 1876-1880; concluido su periodo, pasó el poder al general Manuel González (1880-1884), pero al concluir su mandato, Díaz presentó de nuevo su candidatura a la presidencia y salió elegido y, posteriormente, realizó maniobras legales que le permitieron ser reelecto hasta 1911.

            Para un análisis de su papel histórico se podrían definir dos etapas muy claras de su actuación. La primera, hasta 1900, cuando impulsó el desarrollo industrial y comercial de México, lo cual debe reconocerse como un hecho positivo; la segunda, cuando no supo retirarse del poder a tiempo y prefirió ejercer el poder mediante actos represivos y sin atender las demandas sociales y políticas.

            De haber dejado el poder en los primeros años del siglo XX, ya en un caso extremo cumplir con su idea de dejar el poder en 1910, como lo expresó en una célebre entrevista, muy probablemente no hubiera sido juzgado con tanto rigor como sucede actualmente, pero no lo entendió así y prefirió ser postulado, pero ahora con la presencia de Francisco I. Madero quien impulsó la Revolución Mexicana-

            De esa forma, una vez superada la etapa revolucionaria y la consolidación de las nuevas autoridades políticas, se le configuró como el elemento social negativo, lo cual se ha mantenido hasta el grado de que no se ha permitido la repatriación de sus restos.

            Si Díaz hubiera dejado el poder a tiempo, actualmente no sería objeto de tantas críticas en su contra. Piense qué tal vez si Juárez no hubiera muerto en 1872, ¿cuántas veces se hubiera reelecto?, quizá, hasta hubiera superado al oaxaqueño y ahora sería objeto de señalamientos políticos en su contra.

            De esta forma Porfirio Díaz junto con Hernán Cortés, son los grandes antihéroes en la historia mexicana, aunque el segundo solicitó que sus restos quedaran en nuestro país y se conservan en un edificio del centro del Distrito Federal. Pero de ahí en fuera, ambos no pueden ser considerados para que se les levante una estatua, se bautice alguna colonia con sus nombre o incluirse en el calendario oficial político mexicano.

            A lo más que se les puede conceder, por lo menos al expresidente, es a tener calles con su nombre, como la existente en la colonia del Valle, más exactamente en avenida Insurgentes a la altura del Parque Hundido.

            En fin, el veredicto final de la historia para Díaz y Cortés aun no es definitivo y, por lo que se ve, pasará más tiempo para que sea emitido.

Para comentarios queda a su disposición el correo ache57@yahoo.com.mx

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