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Alebrijes en Cuadratines / Trenes de pasajeros, difícil proyecto

 

Adrián Chavarría Espinosa /

ache57@yahoo.com.mx/

Uno de los primeros compromisos de Andrés Manuel López Obrador al asumir la presidencia de la república era que no “repetiría los errores” de sus antecesores, al dejar obras inconclusas, pero parece que no lo cumplirá.

No será por el tren “El Insurgente”, que solo corre en el Valle de Toluca; ni por la refinería de Dos Bocas, que no produce ni un solo barril de gasolina: tampoco por el Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles, que sigue subutilizado; mucho menos por el Tren Maya, cuya promesa es inaugurar apenas su primera etapa en diciembre, entre otros proyectos.

Sin embargo, podría suceder que resulte inconclusa su propuesta para que las actuales concesionarias de tren de carga también ofrezcan el servicio de transportes de pasajeros, con la advertencia –¿o amenaza?–, de que si ellos no lo hacen entonces será el gobierno mediante los militares –¿qué raro? –, quienes se responsabilicen de cumplir con ese proyecto.

Pero ¿actualmente se requiere el funcionamiento de los trenes de pasajeros?

Repasemos un poco la historia. Allá por la década de los años diez del siglo pasado, el tren era el único medio de transporte masivo en el país, porque los autos a motor de gasolina apenas empezaban a popularizarse. Recordemos el viejo dicho de que la Revolución Mexicana se hizo a bordo de locomotoras, ya que en 1910 el país contaba con más de 20 mil kilómetros de vías férreas operando diariamente.

Incluso, los presidentes en sus recorridos por el país viajaban en tren. Porfirio Díaz, contaba con un convoy perfectamente acondicionado, conocido como “Tren amarillo”. Posteriormente, en los años veinte, el general Plutarco Elías Calles mandó construir uno nuevo, conocido como “El Olivo”, cuyo gran lujo sólo era superado por el convoy papal.

El tren “El Olivo” recorrió casi todo el país con los diferentes mandatarios hasta el 15 de septiembre de 1960, cuando efectuó lugar su último viaje con Adolfo López Mateos, con destino a Dolores Hidalgo, en ocasión del 150 aniversario de la Independencia de México.

En materia de carreteras la primera en México se construyó en 1926, con una longitud de 120 kilómetros entre las ciudades de México y Puebla, mientras la primera autopista se terminó en 1952 para unir a la capital con Cuernavaca, para después extenderse a Acapulco; posteriormente se sumarían las que unían al entonces Distrito Federal con Puebla y Querétaro. Para finales de la segunda década del presente siglo ya funcionaban casi 380 mil kilómetros de carreteras en todo el país.

También debe considerarse que fue en 1947 cuando Miguel Alemán Valdés ordenó la compra de un Douglas C-47 Skytrain militar, llamado el «El Mexicano», oficialmente considerado el primer avión presidencial en México. Más tarde se adquiriría un Douglas C-4/C-54, bautizado como el «El Mexicano II», mientras el último fue el José María Morelos, que se negó a usar López Obrador y, con muchas dificultades, logró malbaratarlo recientemente.

Entonces, sin necesidad de ser un especialista y con todo lo anterior la pregunta sería: ¿resulta conveniente resucitar el servicio de trenes de pasajeros?

Algunos podrán decir que actualmente funcionan varias rutas como el Tren Chepe, desde Chihuahua, Chihuahua, hasta Los Mochis, Sinaloa –su nombre obedece a las primeras letras del nombre Chihuahua-Pacífico–; el Tren José Cuervo Express, que cubre la ruta Tequila-Guadalajara; el Tren Cholula que conecta con Puebla y el Tren Tijuana-Tecate.

Pero resulta que todos ellos son de tipo turístico, para personas que desean conocer, entre otros sitios, las Barrancas del Cobre, las haciendas tequileras, el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, en Puebla, o  la comida y la cerveza artesanal producida en la frontera bajacaliforniana, pero no para viajar con motivo de viaje de trabajo.

Sucede que quien desee viajar a alguno de los puntos en las siete rutas propuestas para transportar por ferrocarriles a pasajeros, resultaría más económico y rápido hacerlo en automóvil, autobús o en avión, pero no en tren.

Incluso, las rutas que podrían operar con buenos resultados son las de trayecto corto, como el llamado “El Insurgente”, que conectaría a Toluca con la Ciudad de México, por ejemplo, principalmente por el ahorro de tiempo de las personas que se trasladan entre ambos puntos principalmente por motivos laborales.

Pero al gobierno el tiempo se le agota y lograr que opere su propuesta antes de terminar el presente sexenio se complica. De acuerdo con especialistas, tan solo los estudios de viabilidad podrían tardar hasta un año por varios factores, que van desde establecer la logística para coordinar el servicio de carga con el de pasajeros, electrificar las rutas –porque se desea utilizar energía limpia–, hasta construir las estaciones con todos los servicios necesarios.

En fin, son muchos los puntos en contra y pocos en favor del proyecto de tren de pasajeros, pero nada de eso parece importar al inquilino de Palacio Nacional y persistirá en su propósito, confiado en que su candidata ganará las elecciones presidenciales y terminará este proyecto.

Pero de analizarse objetivamente, a fondo, entonces racionalmente se concluiría que su ruta es inviable y se dirige al fracaso. Sin duda el tiempo así lo establecerá.

 

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